4.7 EL ESPÍRITU SANTO: EL PODER DE DIOS


Cuando resulta obvio que un obstáculo nos supera, la mayoría de nosotros estaríamos dispuestos a pedir ayuda, aunque en un principio nos pudiéramos mostrar reacios a solicitarla. La fuerza adicional que aporta un compañero nos permite lograr lo que de otro modo estaría más allá de nuestra capacidad por nosotros mismos.

Muchas de las desalentadoras exigencias de la vida requieren la incorporación de recursos adicionales para reforzar el esfuerzo individual. Cuando se aprende una nueva habilidad, se busca un cambio profesional, se inicia un negocio o se emprende cualquier aventura que implique navegar por un territorio desconocido, se suele considerar prudente obtener orientación de especialistas con experiencia comprobada. En estas situaciones, la fuerza que se busca no es la destreza física, sino el conocimiento, la sabiduría, el consejo y el apoyo. Una mano amiga puede darnos una nueva perspectiva, iluminarnos y fortalecernos cuando nos enfrentamos a retos.

Reconocer la necesidad de ayuda no siempre es fácil, pero las dificultades de la vida cotidiana nos recuerdan a menudo su valor.


¿QUÉ TIPO DE AYUDA?

¿Y si el problema no es una tarea o un proyecto concreto de nuestra vida, sino la vida misma? ¿Y si la lucha es espiritual? ¿Adónde puede acudir una persona en busca de ayuda para encontrar el sentido y el propósito de su vida, así como la fuerza suficiente para superar los obstáculos espirituales?

Al reflexionar sobre la creación de las obras celestiales de Dios, el rey David de Israel se preguntó qué propósito tenía el diseñador divino para la humanidad (Salmo 8:3-9). ¿Cuál era la intención de Dios al hacernos a su imagen (Génesis 1:26-27)? ¿Se puede conocer el propósito de Dios y cooperar con el Creador en la realización de su plan?

El apóstol Pablo declaró que el deseo de Dios para la humanidad era un misterio. La comprensión estaba más allá de la capacidad del intelecto humano. El plan de Dios no podía discernirse a través de los sentidos físicos (1 Corintios 2:7-9, 11). Dios es Espíritu y quienes le buscan deben hacerlo en espíritu y en verdad (Juan 4:23-24). Se debe emplear un componente espiritual esencial para tener una relación con Dios. Este mismo recurso espiritual es necesario para comprender su propósito para la humanidad (1 Corintios 2:13-14).


LAS LUCHAS ESPIRITUALES REQUIEREN FORTALEZA ESPIRITUAL

El profeta hebreo Miqueas nos instruye a los que de verdad queremos saber lo que Dios nos pide: caminar humildemente con Dios (Miqueas 6:8). Pero ¿Cómo puede una persona caminar con Dios a menos que esté de acuerdo con Él en la dirección y el destino (Amós 3:3)?

Desde el Jardín del Edén, la humanidad se ha dirigido por un camino diferente, siendo engañada y creyendo conocer un camino mejor (Génesis 3:22-24; Proverbios 14:12; 16:2, 25).

La Biblia describe la persistente disposición de la mente humana como hostilidad hacia Dios y falta de voluntad para seguir sus leyes. En este estado mental, los seres humanos son incapaces de caminar con Dios y de agradarle (Romanos 8:7-8).

Cooperar con Dios exige un cambio en la predisposición de nuestra mente (Romanos 8:5-6). El hecho de reconocer que nuestras inclinaciones naturales no están alineadas con la voluntad de Dios es un requisito previo para caminar de acuerdo con Él (Isaías 55:6-9). Las Escrituras explican que la bondad de Dios nos introduce en la necesidad de este cambio profundo, que se denomina arrepentimiento (Romanos 2:4). El arrepentimiento revela que la mente carnal es un obstáculo que debe superarse (Jeremías 17:9). El don divino del arrepentimiento permite reconocer la verdad acerca de la obstinada oposición a Dios que reside en la mente humana (2 Timoteo 2:25).

Una persona que experimenta el llamamiento de Dios al arrepentimiento y expresa su fe en el sacrificio de Jesucristo para la remisión de los pecados se embarca en la más importante tarea que jamás haya emprendido. Esta es una tarea que implica un cambio profundo de la mentalidad carnal que se resiste a Dios a una mentalidad semejante a la de Cristo, que refleja a Dios (Romanos 8:7-10; Filipenses 2:5; 1 Corintios 2:14-16). El resultado de este proceso tiene implicaciones eternas (1 Pedro 4:17; Romanos 6:23).

Dios reconoce que una conversión total de nuestra forma de pensar está mucho más allá de nuestra capacidad natural humana. Él sabe que somos demasiado débiles y que nunca podríamos lograr la transformación espiritual que necesitamos confiando únicamente en nuestros recursos como seres humanos. Dios suministra generosamente su Espíritu como fuente de fortaleza para potenciar el proceso de conversión, transformándonos en una nueva creación en Cristo (Romanos 8:9; Efesios 4:23-24; 2 Corintios 5:17).


¿CÓMO SE RECIBE EL ESPÍRITU SANTO?

Dios es la fuente de todo bien (Santiago 1:16-17). Si reconocemos la necesidad de la ayuda de Dios para cambiar nuestra vida, nos animará saber que Dios está deseoso de dar el Espíritu Santo a quienes se lo pidan (Lucas 11:13).

El día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo fue derramado por primera vez sobre los discípulos, Pedro proclamó que los pasos previos para recibirlo eran el arrepentimiento, la fe en el sacrificio de Cristo por el pecado y el bautismo (Hechos 2:37-38).

Dios provee de su Espíritu a aquellos que se comprometen a obedecerle (Hechos 5:32; 10:34-35). Sin embargo, el Espíritu Santo no nos es dado por nuestras buenas obras. No nos ganamos el derecho al Espíritu de Dios (Gálatas 3:2-5). Observemos en el versículo 5 que es Dios quien suministra el Espíritu Santo. Es un don de Dios que permite que los justos requisitos de la ley se cumplan en nosotros (Romanos 8:1-4). Buscar el Espíritu Santo por cualquier otra razón es una afrenta a Dios (Hechos 8:9-10, 18-23).

El proceso de conversión y transformación personal se asemeja a un nuevo comienzo, un nuevo nacimiento. El simbolismo del bautismo representa una muerte, sepultura y resurrección a un nuevo camino con Dios (Romanos 6:3-11, 16, 22). Fue a través de la imposición de manos de los siervos de Dios que el Espíritu Santo fue impartido (Hechos 8:14-17).

Dios proporciona el poder

·    El Espíritu de Dios santifica, aparta a los que son suyos (Romanos 15:16; 1 Corintios 6:11).

·       Los hijos de Dios son guiados por el Espíritu de su Padre (Romanos 8:14-17).

·    Ser guiados por el Espíritu de Dios es un estilo de vida. Caminar con Dios produce frutos espirituales (Gálatas 5:22-25).

·         A través de Cristo y por el Espíritu tenemos acceso a Dios Padre (Efesios 2:18).

·         Por su Espíritu, Dios fortalece con poder al hombre interior (Efesios 3:16-19).

·         Mediante el poder del Espíritu de Dios vencemos nuestra naturaleza pecaminosa (Romanos 8:13).

·         Los dones espirituales se otorgan a cada miembro por medio del Espíritu Santo (1 Corintios 12:7-11).

·         El Espíritu de Dios hace posible escudriñar las profundidades de Dios (1 Corintios 2:9-13).

·         El Espíritu Santo infunde el amor de Dios en el corazón convertido (Romanos 5:5).

·         Sabemos que por el Espíritu Cristo habita en la persona convertida (1 Juan 3:24).

·         El Espíritu de Dios es el mismo poder que resucitó a Cristo de entre los muertos, y que se utilizará para resucitar a los que son de Cristo (Romanos 8:11).

·         De este modo, recibir y poseer el Espíritu Santo nos sella para el día de la redención (Efesios 4:30).


UNA COMUNIDAD GUIADA POR EL ESPÍRITU

Cuando se acercaba el final de su ministerio terrenal, Jesús ordenó a sus discípulos que continuaran la obra que Él había comenzado (Marcos 16:15-16). ¿Cómo podía Cristo dar seguridad de que serían capaces de cumplir la misión? ¿Cómo perseverarían sus seguidores, frente a la intensa presión de filósofos, líderes religiosos hostiles y autoridades gubernamentales, para proclamar fielmente el evangelio del reino de Dios?

Jesús se anticipó a sus necesidades y les prometió ayuda. No los dejaría mal equipados y sin apoyo. Pediría al Padre que les enviara otro Consolador, traducido de la palabra griega paraklete, que significa "el llamado a ayudar" (Juan 14:16-18). Aunque Jesús ya no caminaría entre ellos porque regresaría a su Padre, Dios seguiría enseñando y apoyando a los discípulos. Su preparación continuaría mediante el poder del Espíritu Santo (Juan 14:26). Los primeros seguidores de Cristo esperaban crecer en verdad y comprensión espiritual a medida que el Espíritu de Dios los guiara (Juan 16:13).(Véase el Módulo 2.(1.1.1).2 "¿Qué es el Espíritu Santo?" para una explicación de los pronombres masculinos utilizados en estos versículos).

Jesús dijo a los discípulos que el Espíritu Santo también les daría el poder que iban a necesitar para continuar con la obra de Dios (Hechos 1:8). El día de Pentecostés, Dios envió su Espíritu Santo como había prometido (Hechos 2:1-4). Los discípulos eran hombres de capacidad promedio, pero el entrenamiento que recibieron de Jesucristo, alimentado por el poder del Espíritu Santo, produjo un cambio profundo en sus vidas permitiéndoles predicar con confianza y convicción (Hechos 4:8, 13, 31-33).

Inspirado por el Espíritu de Dios, el apóstol Pedro predicó un poderoso sermón explicando lo que había ocurrido en aquella trascendental ocasión (Hch 2:14). Algunos de los que lo escucharon se sintieron convencidos por su mensaje y preguntaron qué deberían hacer a continuación. Pedro les dijo que debían reconocer la necesidad de arrepentirse y bautizarse en el nombre de Jesucristo para el perdón de sus pecados. Les dijo que ellos también podían recibir el poder del Espíritu Santo. También anunció que la promesa del Espíritu Santo estaba disponible para todos aquellos a quienes Dios llamara en las generaciones venideras (Hechos 2:38-39; Hechos 15:7-8).

Por medio de su Espíritu, Dios añade nuevos creyentes al cuerpo de Cristo: la Iglesia de Dios (Hechos 2:38-39, 41, 46-47). Al impartir su Espíritu Santo, Dios nos introduce en esta comunidad de "llamados" (1 Corintios 12:12-13). La Iglesia es una comunidad dirigida por el Espíritu. El poder del Espíritu Santo no sólo proporciona la necesaria transformación personal de cada miembro individual, sino que también los une como un cuerpo cohesionado de creyentes, dándoles poder y capacitándolos para llevar a cabo colectivamente la obra de Cristo de predicar el Evangelio por todo el mundo como testimonio a través del tiempo (Hechos 1:5, 8; Mateo 28:18-20; 24:14).

 

PUNTOS ESENCIALES DE ESTE MÓDULO:

·         Superar los obstáculos requiere ayuda.

·         Las batallas espirituales requieren recursos espirituales.

·         Dios ha anticipado nuestra necesidad y está preparado para proveer poder espiritual.

·         El Espíritu de Dios es el poder de Dios.

·         Recibir el Espíritu de Dios lo cambia todo (Romanos 8:7-9).

·         El Espíritu Santo da el poder para la conversión de la mente.

·         La Iglesia es una comunidad dirigida por el Espíritu y que continúa la obra que Cristo comenzó.

 

ESTUDIO AMPLIADO

·         Fundamentos: El camino hacia la transformación personal

·         ¿Qué es el Espíritu Santo?

·         El arrepentimiento: El comienzo de la conversión

·         La fe: Elemento esencial de la conversión

·         El bautismo: Empezar de cero

·         Imposición de manos: Un símbolo de sumisión

 

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