4.5 EL BAUTISMO: EMPEZAR DE CERO
En los módulos anteriores, Arrepentimiento: El comienzo de la conversión
y La fe: Un elemento esencial de la conversión, aprendimos que el
arrepentimiento es esencialmente la voluntad de admitir y abandonar nuestros
pecados y seguir el camino de Dios tal y como fue concebido originalmente para
la humanidad. También aprendimos que este proceso permanente de alinear
nuestros caminos con los de nuestro Creador se logra a través de la fe: fe en
Dios el Padre -en que Él existe y en que recompensará nuestros esfuerzos
(Hebreos 11:6)-; y fe en Jesucristo -en su muerte como el precio por nuestros
pecados, y en su resurrección-. Es a través de su ayuda que podemos
transformarnos de lo que somos a lo que es necesario que seamos.
Si realmente queremos cambiar nuestra forma de vida para alinearla con la
de Dios, y reconocemos la necesidad de perdón y la ayuda que está disponible
para hacer posible ese cambio, ¿Cuál es el siguiente paso?
¡BAUTIZARSE!
Esa misma pregunta se la plantearon hace casi 2.000 años algunos
individuos que habían llegado al mismo punto en sus vidas.
Judíos devotos y gentiles convertidos al judaísmo habían viajado a
Jerusalén desde distintas partes del mundo romano para celebrar la fiesta
bíblica de Pentecostés. Oyeron a los discípulos de Jesús hablar en muchas de
las lenguas de sus respectivos hogares. Fue una señal milagrosa que acompañó el
cumplimiento de la promesa de Jesucristo de dar a sus discípulos el poder del
Espíritu Santo (Hechos 2:1-13). Vea el estudio ampliado a continuación: Módulo
1.4.5 El Espíritu Santo: El poder de Dios.
Uno de los discípulos, el apóstol Pedro, se dirigió a la multitud que se
había reunido. Afirmó que lo que estaban presenciando era realmente un milagro,
y procedió a explicar la razón de que se hubiera producido: Jesús de Nazaret, a
quien muchos de ellos habían condenado apenas unas semanas antes, era realmente
el Mesías que estaban esperando. Había muerto por ellos, había resucitado de
entre los muertos y ahora había enviado al Espíritu Santo que había prometido
para dar poder a sus fieles discípulos, todo ello en cumplimiento oportuno del
plan de Dios (Hechos 2:14-36).
El libro de los Hechos registra: "Al oír esto, se compungieron de
corazón y dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: Varones hermanos, ¿qué
haremos?". (Hechos 2:37).
Llegaron a la profunda convicción de que habían obrado mal ante Dios,
quien les había mostrado su amor, y procuraron obtener perdón, cambio y ayuda.
Pedro respondió: "Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en
el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del
Espíritu Santo" (Hch 2:38).
El siguiente paso estaba claro: ¡bautizarse!
BAUTISMO EN AGUA
¿No es esa acaso la forma tradicional que se solía hacer para obtener
nuestro nombre? ¿O no es sino un ritual religioso para ingresar en una iglesia,
algo así como la afiliación a un club o a una asociación? ¿Es un rito anticuado
de entrada a una nueva fe o tal vez una fórmula de purificación que nos libera
del pecado original? La palabra bautismo es una traducción de la palabra griega
baptisma, que significa "inmersión" o "sumersión".
Significa algo más que rociar o lavar; significa sumergirse totalmente bajo el
agua. En la antigüedad, las ceremonias de inmersión solían asociarse a la
purificación religiosa y se consideraban ritos de paso de un estado a otro de
la vida. El bautismo, tal como se prescribe en las Escrituras, implica la
inmersión completa en agua. Juan el Bautista bautizaba "en Enón, junto a Salim, porque había allí muchas aguas" (Juan 3:23). Bautizaba a la gente donde podía sumergirla
completamente.
En la nación del antiguo Israel, los sacerdotes de Dios debían realizar
un baño ritual antes de ofrecer sacrificios. Esta forma de baño representaba la
purificación por el pecado (Levítico 16:4, 24). Basándose en esta idea,
alrededor del siglo I, los judíos empezaron a bautizar a los gentiles conversos
como uno de los ritos de entrada en el judaísmo.
Cuando Juan el Bautista apareció en escena, pidió a la gente que se
arrepintiera de sus pecados y se bautizara en preparación para la aparición del
Mesías (Mateo 3:1-3, 5-6; Marcos 1:4-5). El propio Jesús acudió a Juan para ser
bautizado por él como ejemplo a seguir (Mateo 3:13-15).
Los discípulos de Cristo realizaron bautismos bajo su supervisión (Juan
3:22; 4:1-2). Tras su resurrección, Jesús ordenó a sus discípulos que
bautizaran a todo aquel que respondiera al mensaje del Evangelio, como rito de
paso de su antigua y pecaminosa forma de vida a una nueva, basada en sus
enseñanzas (Mateo 28:19; Marcos 16:15-16).
El bautismo en agua significa inmersión completa y es un símbolo del paso
de un modo de vida a otro.
EL SIMBOLISMO MÁS PROFUNDO DEL BAUTISMO EN AGUA
¿Por qué Dios exige este acto ceremonial como confirmación de nuestro
deseo de cambiar? ¿Qué simboliza el bautismo en agua?
Todo lo que Dios manda tiene un significado; nunca es un ritual vacío o
una mera costumbre. El bautismo es un símbolo exterior de una actitud interior.
El apóstol Pablo, al escribir a la Iglesia de Dios en Roma, explicó el
bautismo con esta analogía: "¿Ignoran que todos los que hemos sido
bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Pues, por el bautismo fuimos sepultados
juntamente con él en la muerte para que, así como Cristo fue resucitado de
entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en
novedad de vida... Nuestro viejo hombre fue crucificado
juntamente con él, para que el cuerpo del pecado [nuestra naturaleza
pecaminosa] sea destruido a
fin de que ya no seamos esclavos del pecado... consideren que están muertos para el pecado pero
que están vivos para Dios en Cristo Jesús." (Romanos 6:3-4, 6, 11).
El bautismo es una figura de la sepultura y la resurrección, de la muerte
y la vida.
Cuando somos sepultados en la "tumba de agua" del bautismo, es
una representación de que literalmente queremos poner fin a nuestra antigua
forma de vivir - una vida que puede llegar a incluir el
hecho de reconocer a Dios e ir a la iglesia, pero que en realidad se vive sin
Dios -, una vida que probablemente no se inquieta por la voluntad de Dios, evitando
reconocer que en muchos aspectos estamos profundamente equivocados y que no
sólo cometimos algún error. ¿ ¿Cuántas veces hemos transigido,
sabiendo lo que había que hacer y sin embargo no lo hemos hecho? ¿Cuántas veces
hemos actuado sin el más mínimo deseo de hacer lo que es correcto según las
normas de Dios?
Con el bautismo uno demuestra que comprende que su naturaleza humana, la
que le impide ser realmente un seguidor de Cristo, necesita ser enterrada. Eso
requiere mucho más que equilibrar sus fallos haciendo algo de bien y confesando
algunos pecados. Si no se es capaz de ver estas actitudes, comportamientos,
tendencias o acciones erróneas, entonces ese "entierro" sería un mero
ritual.
La Biblia denomina "arrepentimiento" a este reconocimiento de
lo que somos capaces de hacer y a nuestro deseo de cambiar en el contexto de la
voluntad y las enseñanzas de Dios. Es uno de los dos requisitos para el
bautismo. Véase el estudio ampliado a continuación: Módulo 1.4.1
Arrepentimiento: El comienzo de la conversión.
El verdadero significado del bautismo no puede representarse simplemente rociando
con agua o lavando el cuerpo físico. El pecado no puede ser lavado
exteriormente. La pena por el pecado es la vida misma del pecador; por eso
tenemos que ser enterrados simbólicamente en una tumba de agua en la ceremonia
del bautismo.
Jesucristo tuvo que morir por los pecados de la humanidad, por los
pecados de todos nosotros [Ver estudio ampliado a continuación: Módulo
2.(1.4.3).1 El pecado: errar el tiro]. A la luz de lo anterior, es fácil
entender por qué esta ceremonia no se puede realizar en niños.
Cada pecado que usted haya cometido es lavado, enterrado para siempre, y
usted tiene la oportunidad de empezar de nuevo.
Al igual que la vida de Cristo llegó a su fin en la crucifixión, en el
bautismo no sólo enterramos simbólicamente nuestros pecados pasados, sino que
también demostramos que queremos deshacernos totalmente de nuestra naturaleza
pecaminosa.
Al igual que con los antiguos ritos de purificación, el bautismo es un
símbolo de limpieza espiritual. Cuando Ananías fue enviado por Dios para
bautizar a Saulo (quien más tarde se convertiría en el apóstol Pablo), le dijo:
"Levántate y bautízate, y lava tus pecados" (Hechos 22:16).
En el bautismo también documentamos nuestra fe en la obra expiatoria de
Cristo; creemos que nuestros pecados han sido verdaderamente eliminados y que
se nos concede un limpio y nuevo comienzo. La fe es el segundo requisito para
el bautismo. Sin ella, nuestra vida como seguidores de Jesucristo carecería del
elemento positivo esencial para vivir a la altura de lo que pretendemos con el
bautismo. Vea el estudio ampliado a continuación: Módulo 1.4.2 La fe: Elemento
esencial de la conversión y Módulo 1.6.1 La fe: La esencia del camino de Dios.
La Biblia también utiliza la analogía de la circuncisión espiritual para
mostrar que el bautismo no es sólo un ritual de limpieza, sino que también
simboliza un acto de cortar con nuestro estilo de vida: demostramos físicamente
nuestra voluntad de cortar con las sendas erróneas (Colosenses 2:11-12) y
comenzar una nueva vida (Romanos 6:4).
UN NUEVO COMIENZO BAJO LA GUÍA DE DIOS
Como hemos indicado, el bautismo no es un símbolo del fin de nuestras
vidas. El segundo aspecto de la ceremonia del bautismo es muy alentador. Cuando
emergemos del agua, visualizamos el comienzo de una nueva forma de vida: una
vida en la que Dios está realmente en el centro, con un sentido de propósito y
responsabilidad, con el deseo de hacer lo correcto y evitar lo incorrecto, con
un deseo genuino de llevar una vida según los estándares de Dios.
Esta resurrección metafórica de la tumba de agua no es la resurrección
real que nos espera en el futuro [Ver estudio ampliado a continuación: Módulo
2.(1.2.11).1 Las Resurrecciones]; es una imagen de lo que sucede en esta vida
después de haber completado la primera parte de la ceremonia del bautismo. Con
nuestros pecados pasados eliminados, nos levantamos de la tumba líquida para un
nuevo y limpio comienzo.
Nos levantamos del agua para seguir a Dios. Nos ponemos en acción para
hacer lo que es su voluntad (Mateo 7:21).
También es importante señalar que la ceremonia del bautismo no es algo
que realizamos por nosotros mismos. Ciertamente Dios podría haber dado
instrucciones para una ceremonia en la que nos bautizamos a nosotros mismos,
pero Él dispuso otra cosa, y por una importante razón de carácter simbólico.
Nos bautiza un ministro que dirige la ceremonia; él nos introduce en el
agua. La Biblia dice que somos bautizados en un cuerpo espiritual, el cuerpo de
Cristo (1 Corintios 12:13, 27). En el bautismo ponemos nuestras vidas bajo la
autoridad de Dios. Lo primero que sucede después de que nos levantamos de la
tumba de agua es que un ministro de Dios pone sus manos sobre nuestra cabeza y
pide el don de Dios del Espíritu Santo para nosotros. Ver estudio ampliado a
continuación: Módulo 1.4.4 Imposición de manos: Un símbolo de sumisión.
No se trata sólo de "Dios, la Biblia y yo"; estamos llamados a
formar parte de una comunidad de santos con el resto de la Iglesia, "la
comunión de su Hijo Jesucristo, Señor nuestro" (1 Corintios 1:9). Y
estamos bajo la autoridad de Dios. Todo esto se representa en la ceremonia del
bautismo mediante la imposición de manos por el ministro.
UNA DECISIÓN MADURA
El bautismo representa una decisión madura, tomada sólo después de una
cuidadosa deliberación. En cierto modo, es la decisión más seria de nuestra
vida: no sólo concierne a esta vida, sino que es una decisión para la
eternidad. Si Dios nos ha concedido comprender lo que hacemos al participar en
el bautismo, no hay vuelta atrás ni segunda oportunidad (Hebreos 6:4-6;
10:26-29). Vea el estudio ampliado a continuación: Módulo 2.(1.4.3).2 El pecado
imperdonable.
Jesús enfatizó la seriedad de seguirlo cuando dijo: "Si alguno viene
a mí y no aborrece [ama menos] a su padre y a su madre, a su mujer y a sus
hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, sí, y también su propia vida, no puede
ser mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser
mi discípulo" (Lucas 14:26-27). Jesús espera un compromiso con Él en
primer lugar, y con los objetivos y requisitos que establece para nosotros, por
encima de todos los demás y por encima de cualquier otra búsqueda: un
compromiso no sólo para la vida, sino para la eternidad.
El bautismo debe pensarlo sólo alguien lo suficientemente maduro como
para comprender y apreciar por completo el compromiso de por vida que se
requiere.
CALCULAR EL COSTO
En Lucas 14 se cita a Jesús relatando dos parábolas para demostrar lo
importante que es saber lo que hacemos cuando decidimos ser sus seguidores para
siempre. Una de las parábolas pregunta: "¿Quién de vosotros, queriendo
edificar una torre, no se sienta primero y calcula el costo, para ver si tiene
lo suficiente para terminarla?" (versículo 28).
La cuestión es que no disponemos de lo suficiente por nuestros propios
medios para construir este tipo de torre, porque cuesta todo lo que tenemos
(versículo 33); Él quiere que nos demos cuenta de que, en el plano espiritual,
no es posible que logremos lo que es preciso sin Él (Juan 15:5) y sin la ayuda
que Él enviará por medio del poder del Espíritu Santo (Juan 14:26).
No hay ningún riesgo en ser bautizado. Si realmente entendemos y nos
percatamos de nuestra situación como seres humanos, nos ponemos en peligro al
no acogernos a la protección y el cuidado de nuestro Padre amoroso.
No se puede fracasar cuando decidimos alinearnos con Dios y bautizarnos.
Si perseveramos hasta el final, recibiremos el don prometido de la vida eterna
(Mateo 24:13; 1 Juan 2:25).
No " calculamos el costo " en el sentido de sopesar un riesgo.
" Calcular el costo" tiene que ver con nuestra toma de
conciencia de que hemos sido comprados a un alto precio, con la muerte de
nuestro salvador Jesucristo (1 Pedro 1:18-19; 1 Corintios 6:20). Tenemos que
ser conscientes de que "Él murió por todos, para que los que viven ya no
vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos" (2
Corintios 5:15). Tenemos que decidirnos (calcular el costo) si realmente
estamos dispuestos a vivir de esa manera con todo nuestro corazón hasta el
final de nuestras vidas (Hebreos 3:14).
RESPONSABILIDAD DE LA IGLESIA
La responsabilidad de la Iglesia no es determinar mediante algún tipo de
investigación si una persona está o no preparada para el bautismo. No obstante,
el apóstol Pablo amonestó al joven ministro Timoteo: "No impongas las
manos a nadie precipitadamente" (1 Timoteo 5:22). Esto se refiere sobre
todo a la ordenación de los ancianos, pero sin duda es también una
responsabilidad hacia los que quieren ser bautizados.
La Iglesia es responsable de enseñar a los que quieren seguir a Jesús
"todas las cosas que [Él] ha mandado" (Mateo 28:20). Sería incorrecto
y constituiría un mal testimonio de servicio que la Iglesia bautizara a las
personas sin antes enseñarles el significado profundo de la ceremonia y sin
establecer la necesidad de dar frutos de arrepentimiento (Mateo 3:8).
El bautismo es una decisión que conduce a la vida eterna y debe ser
tratada con el debido respeto por todos los implicados.
QUÉ ESPERAR
¿Es de esperar que no haya más problemas una vez que hemos hecho borrón y
cuenta nueva?
Considere que la naturaleza humana y la capacidad de pecar no se eliminan
en el bautismo. Nuestros pecados pasados son perdonados, pero seguimos siendo
capaces de pecar (1 Juan 1:8, 10; Romanos 7:18-23). Ciertamente, ya no somos
esclavos del pecado (Romanos 6:17), porque en el bautismo hemos sido liberados
del cautiverio de tener que hacer la voluntad de nuestra "carne"
(Efesios 2:3). Pero seguimos siendo humanos, y cuando pecamos después del
bautismo y nos arrepentimos, somos perdonados de nuevo mediante el sacrificio
de Cristo (1 Juan 1:7, 9).
Haber sido liberados del cautiverio del pecado no significa que ya no
luchemos contra el pecado en esta vida. Como explica la parábola de las diez
minas, o talentos (Lucas 19:11-27; Mateo 25:14-30), tenemos que estar decididos
a trabajar con lo que se nos ha dado. Nunca podremos cesar de superarnos a
nosotros mismos y a nuestra naturaleza pecaminosa (Hebreos 12:1-4).
Es un compromiso del que no nos podemos volver atrás. Jesús dijo a los
que deseaban seguirle: "Nadie que, habiendo puesto la mano en el arado
mira hacia atrás [a su anterior forma de vida], es apto para el reino de
Dios" (Lucas 9:62).
El bautismo no es en sí mismo un fin, sino un nuevo comienzo.
El bautismo no es el final de nuestra lucha, sino el comienzo de una
guerra espiritual con armas que Dios nos ha provisto (2 Corintios 10:3-5). Dios
también nos proporciona la armadura que necesitamos (Efesios 6).
Este estilo de vida incluirá pruebas y desafíos, con el propósito de
producir en nosotros un mayor crecimiento espiritual. El apóstol Pablo recordó
a los miembros de la Iglesia de su tiempo que "es necesario que a través
de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios" (Hechos 14:22).
Jesús recordó a sus discípulos que "toda rama que da fruto [el
Padre] la poda para que dé más fruto" (Juan 15:2). Todo lo que Dios hace y
nos permite experimentar en nuestra nueva forma de vida tiene como objetivo
producir el fruto que le glorificará y nos preparará para la vida eterna como
parte de su familia.
Esta nueva forma de vida es la mejor elección que podemos hacer. El
apóstol Pablo nos anima: "Si Dios está con nosotros, ¿quién contra
nosotros?". (Romanos 8:31).
Este nuevo comienzo nos da una perspectiva maravillosamente positiva:
"El que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día
de Jesucristo" (Filipenses 1:6).
PUNTOS ESENCIALES DE ESTE MÓDULO:
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Si realmente queremos cambiar nuestra
forma de vivir para alinearla con la de Dios, y reconocemos la necesidad del
perdón y la ayuda disponible para hacer posible ese cambio, el bautismo es el
siguiente paso.
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El bautismo es un símbolo exterior de
una actitud interior.
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El bautismo en agua significa
inmersión completa y es una representación de la sepultura y la resurrección,
de la muerte y la vida.
·
Nos levantamos de la tumba de agua
para seguir a Dios; actuamos para hacer lo que es su voluntad.
·
El bautismo sólo debe ser considerado
por alguien lo suficientemente maduro como para comprender plenamente el
compromiso de por vida que se requiere.
·
No hay ningún riesgo en bautizarse; si
realmente comprendemos nuestra situación como seres humanos, nos ponemos en
peligro a nosotros mismos al no acogernos a la protección y el cuidado de
nuestro Padre amoroso.
ESTUDIO AMPLIADO
·
El arrepentimiento: El comienzo de la
conversión
·
La fe: Elemento esencial de la
conversión
·
La imposición de manos: Un signo de
sumisión
·
El Espíritu Santo: El poder de Dios
·
Las Resurrecciones
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