6.4 COMUNION: UNIDOS POR LA AFINIDAD
Los seres humanos son criaturas
sociales que demuestran un deseo natural de conectar con los demás. El afán por
participar y pertenecer a clubes, asociaciones y redes sociales es algo
habitual. El miedo a la soledad o al aislamiento motiva a las personas a buscar
relaciones satisfactorias en ambientes comunitarios.
Desarrollar una afinidad
especial por aquellos con los que compartimos experiencias vitales es algo
rutinario:
A menudo nos sentimos unidos a
compañeros de clase, vecinos de toda la vida, compañeros de equipo y compañeros
de trabajo con los que pasamos mucho tiempo.
Una herencia étnica o cultural
común puede sentar las bases de un sentimiento de comunidad a través del cual
nos sentimos cerca de otras personas con antecedentes similares.
Los intereses comunes, las
aficiones, los proyectos y los pasatiempos compartidos con otros pueden
producir vínculos especiales de hermandad.
Estas asociaciones enriquecen
nuestras vidas y ayudan a conformar nuestra identidad. Contribuyen
significativamente a que comprendamos quiénes somos y qué es importante para
nosotros.
¿Existe un equivalente
espiritual a la camaradería que disfrutan los compañeros de clase y de trabajo?
¿Revela la Biblia un componente espiritual en la conectividad? ¿Existe un
sentido espiritual de pertenencia para los creyentes?
¿QUÉ SIGNIFICA COMUNION?
Durante su ministerio terrenal,
Jesús identificó una relación especial que trascendía la etnia, superaba el
patriotismo y reemplazaba los lazos familiares. Describió un vínculo espiritual
que tenía con aquellos que recibían y respondían a la Palabra de Dios (Lucas
8:19-21). Los que no podían o no querían escuchar las palabras de Dios no eran
elegibles para tener una relación correcta con el Hijo de Dios (Juan 8:42-47).
¿Cómo se adquiere la capacidad
de tener un vínculo especial y una relación espiritual con Dios?
Jesús declaró: "Nadie
puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere" (Juan 6:44). En
una ocasión, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Quién dicen los hombres
que es el Hijo del hombre? Ellos respondieron con una variedad de ideas
populares. Entonces Cristo les preguntó específicamente: " Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?". Pedro responde por el
grupo: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente". Jesús dice a
Pedro que es bienaventurado y que no podría haber llegado a esta comprensión
por sí mismo. Su capacidad para reconocer a Jesús como Hijo de Dios le fue
concedida por el Padre. El Padre había conducido a Pedro a esta conclusión. Consciente
de ello, Jesús empezó a hablar más abiertamente con sus discípulos (Mateo
16:13-17, 20-21).
Decenios más tarde, el apóstol
Juan expresó la esperanza de que compartir lo que él mismo había visto y oído
permitiría a otros tener comunión con los primeros seguidores de Cristo.
También explica que la capacidad de tener comunión los unos con los otros se
basa en la comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo (1 Juan 1:3-7).
¿Cuál es la comunión que Juan
desea ver ampliarse? ¿Cómo se establece y se vincula la comunión con Dios y con
Cristo?
El apóstol Pablo describe el
ser llamado como una experiencia excepcional que permite al individuo apreciar
a Cristo Jesús en su calidad de sabiduría, justicia, santificación y redención
de Dios (1 Corintios 1:24-30).
Ser atraído a Cristo implica
abrir la mente a las buenas nuevas del mensaje del Evangelio que Jesús y sus
apóstoles proclamaron (2 Tesalonicenses 2:13-14).
El apóstol Pedro comparó este
llamamiento de Dios con el hecho de ser sacado de las tinieblas a una luz
admirable. Reconocer la misericordia de Dios es una característica común del
pueblo de Dios (1 Pedro 2:9-10).
Aquellos que reconocen y
responden al llamamiento de Dios han aprendido a creer lo que Dios dice y han
reconocido la necesidad de cambiar sus vidas. Este cambio es el
arrepentimiento. Dios da su Espíritu Santo a los que creen y deciden obedecerle
(Hechos 5:32). Esta promesa es para todos los que Dios ha llamado (Hechos
2:36-39). Es esta infusión del Espíritu de Dios en nosotros la que confirma que
pertenecemos a Cristo (Romanos 8:9).
Por tanto, recibir el Espíritu
de Dios nos incorpora al Cuerpo de Cristo, la comunidad de los llamados. Esta
comunidad está formada por quienes comparten la experiencia de ser llamados, se
han entregado a Cristo y son guiados por el Espíritu de Dios.
La Iglesia de Dios se describe
en las Escrituras como el Cuerpo de Cristo. Cristo es identificado como la
cabeza del cuerpo (Colosenses 1:18). Las partes del cuerpo se describen como
una entidad interconectada e interdependiente que crece unida.
" De parte de él todo el cuerpo, bien concertado y
entrelazado por la cohesión que aportan todos los ligamentos, recibe su
crecimiento de acuerdo con la actividad proporcionada a cada uno de los
miembros para ir edificándose en amor."
(Efesios 4:16).
El Cuerpo de Cristo es el
contexto en el que encontramos comunión con otros miembros afines de este
organismo espiritual.
La comunión con Dios puede
resultar en la pérdida de antiguos amigos y asociados que se sienten
confundidos por nuestra nueva lealtad a Dios (1 Pedro 4:1-4; Lucas 6:22).
La comunión con Dios y con su
pueblo requiere que dejemos de tener comunión con las tinieblas espirituales (2
Corintios 6:14; Efesios 5:9-12). Si afirmamos estar conectados con Dios y con Cristo
y andamos en tinieblas, nos engañamos a nosotros mismos (1 Juan 1:6-7).
El compañerismo es más que mera
socialización o pasar tiempo juntos disfrutando de la compañía de otros. La
comunión espiritual es una función del Espíritu Santo de Dios. Representa un
esfuerzo decidido por reflejar la mente de Cristo en las relaciones interpersonales
(Filipenses 2:1-5). A los que son llamados a esta comunión se les insta a estar
unidos en mente y parecer (1 Corintios 1:9-10).
Jesús pidió a Dios que sus
seguidores estuvieran unidos de la misma manera que el Padre y el Hijo están
unidos y conectados. La comunión es una característica y un subproducto de esa
unidad (Juan 17:20-23).
El apóstol Pablo hace hincapié
en la unidad de visión y propósito. Él aconseja a los miembros individuales que
"se esfuercen" por mantener la unidad (Efesios 4:1-3). Es la
influencia del Espíritu Santo la que promueve la unidad en la comunidad de los
llamados.
El concepto bíblico de comunión
transmite la idea de participación en una asociación, de tener un papel en un
esfuerzo o empresa conjunta. Invita a una perspectiva de "estamos juntos
en esto" entre los participantes como coherederos con Cristo (Romanos
8:16-17). Todos los miembros del Cuerpo de Cristo están allí por designio de
Dios, y cada uno contribuye al funcionamiento general de la Iglesia como
conciudadanos (Efesios 2:19), colaboradores (1 Tesalonicenses 3:2), ayudantes
(3 Juan 8), compañeros de prisión (Romanos 16:7) y consiervos (Apocalipsis
6:11).
Las oportunidades para el
compañerismo espiritual son abundantes. Las personas temerosas de Dios pueden
influirse mutuamente (Proverbios 27:17) de muchas maneras:
Cuando se reúnen para adorar
juntos y animarse mutuamente. La asistencia a las asambleas brinda la
oportunidad de animarse y fortalecerse unos a otros mediante la comunión.
"Considerémonos
los unos a los otros para estimularnos al amor y a las buenas obras. No
dejemos de congregarnos, como algunos tienen por costumbre; más bien,
exhortémonos, y con mayor razón cuando vemos que el día se acerca." (Hebreos 10:24-25).
Cuando se comunican con
regularidad recordándose mutuamente la obra de Dios en sus vidas (Malaquías
3:16-18).
Cuando muestran interés y
preocupación los unos por los otros (1 Corintios 12:25-26; Gálatas 6:9-10).
PUNTOS ESENCIALES DE ESTE MÓDULO:
· La comunión espiritual debe establecerse primero con Dios y Cristo antes de que pueda experimentarse con los demás.
La comunión espiritual es posible gracias a que el Espíritu Santo mora en nosotros.
La comunión con Dios y Cristo requiere que nos apartemos de las tinieblas espirituales y caminemos en la luz.
El Cuerpo de Cristo es una comunidad de llamados a crecer juntos.
Aquellos que son llamados a la comunión espiritual se esfuerzan por desarrollar la mente de Cristo.
ESTUDIO AMPLIADO
·
El
Evangelio y la obra de la Iglesia.
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