NAVEGANDO
POR LA NAVIDAD
Brandon Sexton
CGN, Diciembre 2023
Cada
año, la Navidad se celebra en una gran mayoría de países de todo el mundo, en
algunos por motivos religiosos mientras que en otros, de forma totalmente
laica. La popularidad de la fiesta está muy generalizada. Gallup Analytics
reportó en 2019 que el 93 por ciento de las personas en los Estados Unidos
celebran la Navidad. En Filipinas, la Navidad es un asunto de casi medio año.
Allí, a partir de septiembre, se puede escuchar las canciones navideñas y se
puede ver las decoraciones, las que
permanecen durante la mayor parte de enero.
Aunque
los miembros de la Iglesia de Dios no celebramos la Navidad, la mayoría de
nosotros nos enfrentamos a situaciones relacionadas con estas fiestas. Es muy
probable que nos hayan preguntado: "¿Qué vas a hacer para Navidad?".
En la cola del supermercado, puede que pregunten a nuestros hijos: "¿Qué
quieres que te traiga Santa Claus?". Puede que nos sintamos interpelados
por invitaciones del lugar de trabajo para asistir a fiestas navideñas o por
familiares ajenos a la Iglesia que nos piden que les visitemos para la cena de
Navidad. Cómo respondemos a estas situaciones puede ser difícil a veces y tiene
el potencial de resultar ofensivo.
Repasemos
brevemente, para empezar, por qué como miembros de la Iglesia no observamos la
Navidad, luego consideremos por qué la gente de fuera de la Iglesia celebra y
ama las fiestas navideñas y, por último, veamos con más detalle algunos
principios que pueden ayudarnos a responder de la mejor manera a muchas de las
situaciones relacionadas con la Navidad. La Navidad propiamente dicha no se
menciona en la Biblia, pero la Iglesia primitiva del Nuevo Testamento se
enfrentó a celebraciones públicas similares. Podemos examinar la discusión
bíblica relacionada y la instrucción provista, para ayudar a guiar nuestro
enfoque.
POR
QUÉ NO CELEBRAMOS LA NAVIDAD
Repasemos
varias de las razones clave por las que nosotros, como miembros de la Iglesia
de Dios, no observamos la Navidad. La razón principal es que sus orígenes están
relacionados con la adoración a otros dioses y a los antiguos festivales
relacionados que honraban a esas deidades. La Navidad puede conectarse
históricamente con la Saturnalia, un festival en honor del dios
romano Saturno y también está conectada con Dies Natalis Invicti Solis,
una celebración persa y romana del nacimiento del sol y el culto a su deidad
solar.
Obviamente,
el enfoque de la Navidad ha cambiado desde sus orígenes primitivos al de usar
el nombre de Cristo y puede que hayamos oído el argumento: "Hoy en día, la
Navidad es una fiesta para Cristo". Sin embargo, la Biblia da
instrucciones claras sobre cómo debemos adorar a Dios y cómo no debemos adorarlo.
Antes
de que entraran en la Tierra Prometida, Dios advirtió al antiguo Israel: "…guárdate de que no caigas en la trampa siguiendo su ejemplo,
después que hayan sido destruidas delante de ti. No indagues acerca de sus
dioses, diciendo: “¿De qué manera rendían culto estas naciones a sus dioses
para que también yo haga lo mismo?’. 31 No actuarás
de esa manera con respecto al SEÑOR tu Dios."
(Deuteronomio 12:30-31a). Y a continuación: "Tendrán cuidado de hacer todo lo que yo les mando; no
añadirán a ello, ni quitarán] de ello."
(versículo 32).
A
lo largo de la Biblia, Dios es claro acerca de cómo debemos adorarlo, y la
Biblia explica que adorar al Dios verdadero tomando como modelo la forma en que
otros adoran a sus dioses no es aceptable.
Otra
razón importante por la que no observamos la Navidad es que se basa en una
premisa falsa. La creencia cristiana moderna es que el nacimiento de Jesucristo
ocurrió el 25 de diciembre. Sin embargo, el registro bíblico nos da información
detallada sobre el momento del nacimiento del primo materno de Jesús, Juan el
Bautista, y cómo esto se relaciona con el momento del nacimiento de Jesús (ver
Lucas 1). Estas referencias indican que Jesús nació en otoño, no en invierno.
Nuestra
relación con Dios y nuestra adoración a Él como Creador debe basarse en la
verdad y la realidad, no en algo que es un fundamento falso. Jesús explicó este
principio, diciendo que "…los verdaderos adoradores adorarán al Padre en
espíritu y en verdad; porque
también el Padre busca a tales que lo adoren. 24 Dios
es espíritu; y es necesario que los que le adoran, lo adoren en espíritu y en
verdad." (Juan 4:23b-24).
Una
tercera razón por la que la Iglesia no celebra la Navidad es que ni Jesucristo
ni los apóstoles dieron nunca ninguna indicación de que el nacimiento de Jesús
fuera algo que hubiera que conmemorar. En cambio, la Iglesia recibió
instrucciones claras de conmemorar la muerte de Jesús en la Pascua anual. El
apóstol Pablo explicó que enseñó a la Iglesia a celebrar la Pascua tal y como
él había sido instruido por el Señor con los símbolos del pan y el vino.
" Porque yo recibí del Señor la
enseñanza que también les he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que
fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias,
lo partió y dijo: “Tomen, coman. Esto es mi cuerpo que por ustedes es partido.
Hagan esto en memoria de mí”. Asimismo, tomó también la copa después de haber cenado, y dijo:
“Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre. Hagan esto todas las veces que la
beban en memoria de mí”. Todas las veces que coman este pan y beban esta
copa, anuncian la muerte del Señor, hasta que él venga."
(1 Cor 11, 23-26).
La
Iglesia observa la Pascua según las instrucciones recibidas y no añade a esta
conmemoración ningún otro de los acontecimientos de la vida de Jesús, como su
nacimiento o su resurrección.
Hay
otros problemas con la observancia de la Navidad para los miembros de la
Iglesia, como la asociación con otros personajes religiosos y míticos, símbolos
e iconos. Pero las tres razones principales por las que no celebramos la
Navidad son: la asociación con antiguas deidades paganas y sus festivales; la
falsa premisa; y la falta de instrucción de Jesús y los apóstoles para el
nacimiento de Cristo como un aspecto de interés para nuestra adoración.
POR
QUÉ LA GENTE AMA LA NAVIDAD
Ahora
que hemos revisado por qué no observamos la Navidad, puede ser un ejercicio
valioso considerar por qué otras personas fuera de la Iglesia sí la celebran y
la aman tanto. Probablemente no dediquemos mucho tiempo a pensar en ello, pero
entender qué es importante para otras personas y por qué, puede ser un buen
punto de partida para evaluar nuestro enfoque a la hora de interactuar con esas
personas y hablar de las cosas que ellas valoran.
Con
una simple búsqueda en Internet es bastante fácil encontrar listas de lo que
más le gusta a la gente sobre la Navidad, y es probable que hayamos oído a
personas de nuestra comunidad expresar similares opiniones. Para algunos, se
trata de sus creencias o convicciones religiosas. Otros citan la tradición
familiar y la de su iglesia o comunidad. Compartir con los demás los mismos
valores y actividades fomenta un sentimiento de vínculo común. Algunas personas
afirman que la Navidad es una época en la que pueden centrarse en la familia y
en estar junto a sus seres queridos. Naturalmente, la buena comida y bebida es
algo que la gente disfruta. A menudo se menciona el tiempo libre del trabajo
como algo que la gente espera con impaciencia. También está la nostalgia:
recordar los buenos momentos de años anteriores. Los temas navideños también
son una de las principales razones por las que la gente adora esta celebración,
como la generosidad, la alegría y la belleza de las luces y los adornos.
COMPARANDO
CON LAS FIESTAS QUE NOSOTROS CELEBRAMOS
Si
tenemos en cuenta las razones que dan las personas ajenas a la Iglesia para
explicar por qué les gusta una fiesta que celebran, podemos pensar en las
razones por las que nosotros apreciamos las celebraciones de la Iglesia. Hay
similitudes con las razones por las que amamos la Fiesta de los Tabernáculos. Por
ejemplo, dentro de la Iglesia, a menudo hablamos calurosamente de nuestra
observancia de la Fiesta de los Tabernáculos con sentimientos de alegría y del
vínculo de la comunión, junto con una fuerte convicción de seguir la
instrucción bíblica. Apreciamos el tiempo que pasamos con la familia, tanto
física como espiritual, y nos tomamos un tiempo fuera del horario habitual de
trabajo diario, lo que nos da la oportunidad de centrarnos en el plan que Dios
tiene para el futuro. También recordamos las Fiestas pasadas con nostalgia y
esperamos con ilusión la buena comida y los hermosos escenarios de los lugares
donde Dios coloca su nombre.
¿Por
qué hacer esta comparación entre lo que sentimos por la Fiesta de los
Tabernáculos y lo que otros sienten por la Navidad? Porque se nos ha dado una
comprensión preciosa sobre algo real y verdadero que valoramos mucho. Del mismo
modo, las personas que no pertenecen a la Iglesia tienen algo que valoran
mucho. Esta comprensión puede moderar e iluminar nuestra manera de hablar de la
Navidad con quienes la celebran.
Las
analogías rara vez son perfectas, pero a veces pueden ayudar a ilustrar una
perspectiva. Por ejemplo, imagine que acaba de heredar algo de gran valor
monetario de un abuelo, tal vez un auténtico reloj Rolex de oro o un bolso
Hermès Birkin. En aras de la analogía, digamos que usted nunca podría
permitirse comprarlo, sino que simplemente se lo han regalado. Entonces se
desprende de su viejo y barato reloj o bolso y se olvida por completo de él.
Supongamos ahora que, en los días siguientes, un colega suyo le expresa lo
entusiasmado que está con un nuevo reloj que ha comprado y que es una copia del
diseño de Rolex o con un nuevo bolso que claramente pretende parecerse a una
auténtica marca de diseño, pero que no lo es. ¿Le diría usted que lo que ha
comprado es una imitación y que usted es el propietario del artículo auténtico
y caro? ¿Pondría usted delante de ellos lo que usted tiene como un producto genuino
y menospreciaría lo que ellos tienen? Esta reacción parece descabellada. Al fin
y al cabo, no hacía mucho tiempo que usted carecía también de algo de gran
valor.
Veamos
cómo describió Jesús la preciosa comprensión que se da a la Iglesia: “En aquella misma hora
Jesús se regocijó en el Espíritu Santo y dijo: “Yo te alabo, oh, Padre,
Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas de los sabios
y entendidos y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó…Volviéndose a los discípulos
les dijo aparte: Bienaventurados los ojos que ven lo que ustedes ven. 24 Porque
les digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que ustedes ven, y no lo
vieron; y oír lo que oyen, y no lo oyeron." (Lucas
10:21, 23-24).
Dios
nos ha dado una comprensión de gran valor, incluidas las observancias que
representan genuinamente el plan de Dios. Una actitud humilde y agradecida al
respecto es una buena base para acercarnos a las personas ajenas a la Iglesia
cuando hablamos con ellas sobre la Navidad. Empezar con el argumento de que la
celebración que tanto aprecian es pagana y se basa en una mentira no parece
estar en consonancia con la humilde perspectiva de que nosotros también
estaríamos sin comprensión si no fuera por el don que Dios nos ha hecho.
Puede
que nos acordemos de una situación en la que, hace años, un padre de la Iglesia
estaba en la cola de la caja de un supermercado con su hijo pequeño. La señora
que estaba detrás del mostrador preguntó al niño: "¿Qué deseas que te
traiga Santa Claus en Navidad?". El niño respondió: "¡La Navidad es
pagana!". Aunque nos sintamos bien porque nuestros hijos hayan asimilado
los principios correctos, también tenemos la posibilidad de interactuar
positivamente con la gente de nuestras comunidades. Simplemente diciendo de
manera educada, "Nosotros no observamos la Navidad", es igual de
correcto y mucho mejor recibido por las personas que no comparten nuestra
comprensión del camino de Dios. Podemos responder a las preguntas con la verdad
de manera amable sin llevar una camiseta que diga: "La Navidad es
pagana".
CONSIDERACIÓN
POR LOS DEMÁS
Otra
consideración de igual importancia sobre la manera en que respondemos al tema
de la Navidad es la perspectiva de nuestros hermanos miembros de la Iglesia.
Cuando las personas son llamadas por Dios a la Iglesia, a menudo se verán
desafiadas por las reacciones de su familia y amigos por renunciar a las
fiestas tradicionales como la Navidad. Esto ha causado a los miembros grandes
dificultades, persecución en algunos casos, e incluso la pérdida de relaciones
significativas con seres queridos que no pueden aceptar este cambio.
Renunciar
a la Navidad para seguir a Cristo ha costado caro a algunos miembros de la
Iglesia. Como resultado, estas personas pueden sentirse muy inclinadas a evitar
cualquier circunstancia relacionada con la Navidad o ser especialmente
sensibles a cualquier cosa que se asocie con ella. Ejemplos muy sencillos a
modo de ilustración podrían ser el rechazo de un bastón gratis de caramelo o
rodear la exposición del árbol de Navidad en el centro comercial para evitar
cualquier proximidad. También merece la pena tener en cuenta esta posible
sensibilidad adicional de algunas personas. Si sabemos que alguien es alérgico
al pollo, evitaremos llegar a su casa disfrazados del Gallo Claudio mientras
comemos de un cubo de pollo frito.
Así
pues, existe la posibilidad de ofender a otros con la manera en que respondemos
al tema de la Navidad, tanto fuera de la Iglesia como dentro de ella. Pero
también existe la oportunidad de responder de una manera que pueda ser útil y
mostrar algo positivo sobre la Iglesia y el camino de Dios. Es necesario tener
un poco de consideración para responder de una manera que sea correcta y útil
para los demás. Hay un enfoque equilibrado que a la vez defiende las normativas
de Dios, que la Iglesia enseña en nuestras vidas personales, y también reconoce
que las personas que no están en la Iglesia no están sujetas a esas mismas
normativas en este momento.
El
potencial de responder a una situación difícil es que es posible caer en
cualquiera de los dos lados de un enfoque equilibrado. Por un lado está el
problema potencial de comprometer el camino de Dios e involucrarse en alguna
actividad relacionada con la Navidad que no sería apropiada para un miembro de
la Iglesia. En el otro lado, existe el problema de irritarse o malhumorarse por
las celebraciones navideñas, y tal vez insultar a alguien porque sentimos que
nuestro conocimiento es superior.
APLICACIÓN
EN LA IGLESIA DEL NUEVO TESTAMENTO
Consideremos
un par de ejemplos de cómo la Iglesia del Nuevo Testamento manejó un tema muy
similar a la Navidad en sus respectivas sociedades: la exposición a la
adoración de ídolos y cosas asociadas con ídolos. Los festivales comunitarios
en las ciudades griegas y romanas de la época del Nuevo Testamento se centraban
en la veneración y adoración de ciertas deidades y sus ídolos asociados. Las
Escrituras hebreas que la Iglesia tenía en ese momento daban instrucciones
claras sobre lo que los israelitas debían hacer con los ídolos en sus propias
comunidades. En el contexto de la posesión de la Tierra Prometida por parte de
Israel, la Biblia da estas instrucciones sobre los ídolos: "Ciertamente destruirán todos los lugares donde las naciones
que ustedes han de desalojar han servido a sus dioses sobre los montes altos,
sobre las colinas y debajo de todo árbol frondoso. Derribarán sus altares,
romperán sus piedras rituales y quemarán en el fuego sus árboles de Asera;
quebrarán las imágenes de sus dioses y harán desaparecer sus nombres de aquel
lugar."
(Deuteronomio
12:2-3).
Esta
instrucción se aplicaba específicamente a Israel como nación autónoma, en
cambio la Iglesia del Nuevo Testamento se encontraba dentro del Imperio Romano.
Vemos que los apóstoles aplicaron la instrucción de la Torá a la Iglesia y a
los individuos que la componían: " Así que hagan morir las cosas pecaminosas y terrenales que
acechan dentro de ustedes. No tengan nada que ver con la inmoralidad sexual, la
impureza, las bajas pasiones y los malos deseos. No sean avaros, pues la
persona avara es idólatra porque adora las cosas de este mundo. 6 A
causa de esos pecados, viene la furia de Dios."
(Colosenses 3:5-6 Nueva Traducción Viviente).
Para
la Iglesia, la admonición aquí consiste en erradicar todo lo que se interponga
entre los individuos y su relación con Dios con la misma contundencia con que
había que destrozar a los ídolos en épocas anteriores. Colectivamente, dentro
de la Iglesia, se practicaba una aplicación similar de las normas: " Pero ahora
les escribo que no se asocien con ninguno que, llamándose hermano, sea inmoral
sexual, avaro, idólatra, calumniador, borracho o estafador. Con tal persona ni
aun coman." (1 Corintios 5:11).
Nótese,
sin embargo, el planteamiento totalmente distinto de la Iglesia respecto a los
que no pertenecían a ella, a los que no se les aplicaba el mismo criterio ni
tampoco en este tiempo: "No es mi
deber juzgar a los de afuera, pero sí es responsabilidad de ustedes juzgar a
los que son de la iglesia y están en pecado. 13 Dios
juzgará a los de afuera…" (1 Corintios 5:12-13ª, Nueva
Traducción Viviente).
Vemos
claramente esta diferencia de enfoque en la narración de la visita del apóstol
Pablo a Atenas: "Mientras Pablo los
esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía dentro de él al ver que la ciudad
estaba entregada a la idolatría." (Hch 17,16).
El
apóstol estaba consternado por el hecho de que el culto a los ídolos estuviera
tan extendido. Sin embargo, no tenía un martillo listo para romper las estatuas
de mármol de los dioses griegos. En lugar de ello, aprovechó la oportunidad
para entablar un diálogo con la gente que se mostraba dispuesta a hablar con
él.
" Por lo tanto, discutía en la sinagoga con los judíos y los
piadosos, y todos los días en la plaza mayor, con los que concurrían allí."
(versículo 17).
El
apóstol aprovechó la oportunidad para fortalecer a los adoradores de Dios, pero
también se involucró con aquellos en el mercado público que estaban interesados
en una discusión. Como resultado, surgió la oportunidad para que el apóstol
hablara a los miembros influyentes de la comunidad. He aquí lo que dijo: "Entonces Pablo se puso de pie en medio del Areópago y dijo: Hombres de Atenas: Observo que son de lo más religiosos en todas las
cosas. 23 Pues, mientras pasaba y miraba sus
monumentos sagrados, hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción:
AL DIOS NO CONOCIDO. A aquel, pues, que ustedes honran sin conocerle, a este yo
les anuncio." (Hch 17, 22-23).
No
les dijo que había que romper sus estatuas y que había que prohibir sus
festividades. En lugar de eso, se acercó a ellos usando un concepto que
compartían y aprovechó la oportunidad para proclamar el evangelio de Jesús y el
reino de Dios de una manera con la que el público pudiera conectar. Al seguir
leyendo, vemos que algunas personas se rieron con desprecio; otras querían oír más;
y unas pocas se convirtieron en creyentes en Jesucristo como resultado de esta
interacción (versículos 32-34). ¿Ha pensado usted alguna vez que puede
proclamar el Evangelio personalmente con sólo responder a una pregunta acerca
de lo que va a hacer para Navidad? Como mínimo, podríamos responder
educadamente que no celebramos la Navidad. La respuesta podría ser: "Oh",
y no hay nada más que decir. O la respuesta podría ser: "¿En serio? Creía
que eras cristiano". Estas conversaciones tienen el potencial de generar
un efecto similar al de los diálogos del apóstol en el mercado de Atenas.
LO
OFRECIDO A LOS ÍDOLOS
Los
miembros de la Iglesia del Nuevo Testamento también tenían el reto de encontrar
el equilibrio necesario para permanecer fieles a los estándares de Dios. Vivían
en un mundo en el que regularmente se encontraban con aspectos de la sociedad
que no eran correctos según estos estándares. También cuidaban a otros miembros
de la Iglesia que eran muy partidarios de evitar todo aquello relacionado con
las cosas anteriores a las que habían renunciado para formar parte del cuerpo
de Cristo.
En
1 Corintios 8 y 10, el apóstol Pablo nos orienta sobre estas situaciones tan
complejas. Aquí los miembros de la Iglesia fueron confrontados con el concepto
de la comida ofrecida a los ídolos: "Por eso,
acerca de la comida de los sacrificios a los ídolos, sabemos que el ídolo nada
es en el mundo y que no hay sino un solo Dios." (1
Corintios 8:4).
El
BDAG (Biblical Dictionary of Ancient Greek, o Diccionario bíblico de
griego antiguo, en español) griego-inglés del Nuevo Testamento explica que las
cosas ofrecidas a los ídolos "se refiere a la carne sacrificada, parte
de la cual se quemaba en el altar como porción de las deidades, parte se comía
en una comida solemne en el templo y parte se vendía en el mercado para uso
doméstico". Un sacrificio romano era ante todo un banquete en el que
se ofrecía comida a todos los participantes. La carne sobrante que no se
consumía en el banquete se vendía con fines lucrativos en el mercado local de
carne.
De
manera similar a lo que ocurre hoy con la Navidad, los miembros de la Iglesia
de aquella época tenían que decidir lo que harían y lo que no harían en
relación con este alimento con una conexión muy cercana a los dioses romanos y
las festividades de los templos. Vemos que lo primero que el apóstol estableció
es que los ídolos en sí mismos no eran dioses reales. No tenían poder real para
afectar al mundo. Como resultado de esto, el apóstol indica que los miembros de
la Iglesia podían comprar carne en el mercado sin preocuparse por su
procedencia: "Coman de todo lo que se
vende en la carnicería, sin preguntar nada por motivo de conciencia…"
(1 Corintios 10:25).
Cabe
destacar que toda esta discusión no tenía nada que ver con si el tipo de carne
animal que se ofrecía era limpia o inmunda. El ganado y las ovejas eran
sacrificios romanos comunes, y los miembros de la Iglesia habrían evitado los
animales impuros por descontado. Del mismo modo, los artículos asociados con la
Navidad no son perjudiciales en sí mismos. No tenemos por qué irritarnos por
una persona que lleve un gorro de Santa Claus, ni cortar un pino de nuestro
jardín solo porque puede verse como un símbolo navideño.
El
apóstol también aborda el aspecto de mostrar preocupación por los miembros de
la Iglesia que puedan ser especialmente sensibles a cualquier asociación con
ídolos por pequeña que sea: "Pero si alguien os dice: "ero si alguien les dice: “Esto ha sido sacrificado en un
templo”, no lo coman, por causa de aquel que lo declaró y por motivo de
conciencia." (1 Corintios 10:28).
Para
evitar cualquier ofensa, llega a decir que "…si la comida es para mi hermano ocasión de caer, yo jamás
comeré carne…" (1 Corintios 8:13). También ofrece un
escenario hipotético en el que un miembro de la Iglesia reconoce que un ídolo
no es nada en el mundo y, como consecuencia, podría sentirse inclinado a
dirigirse al templo del ídolo después de las fiestas para comer gratis (1
Corintios 8:9-11). Él indica que esto podría ser un gran problema como
resultado de la apariencia de participación en las festividades de adoración de
ídolos e incluso hacer que otros miembros de la Iglesia tropiecen. Él advierte:
"De esta manera, pecando contra los hermanos e hiriendo sus
débiles conciencias, contra Cristo están pecando." (1
Corintios 8:12).
Podemos
establecer aquí una conexión con las situaciones que podemos encontrar
relacionadas con la Navidad. Si sabemos que un miembro de la Iglesia evita los
bastones de caramelo, no tenemos por qué ir por ahí con uno en el bolsillo. Y
si hemos decidido estar presentes en un lugar en donde se esté celebrando una
fiesta navideña, pero en ella simplemente evitamos participar de la tradición
de los besos bajo el muérdago, podríamos también reflexionar en cómo nuestra
presencia allí podría interpretarse en la Iglesia y afectar a otros miembros de
esta.
HUIR
DE LA IDOLATRÍA
El
apóstol Pablo dejó claro que hay que evitar participar en cualquier situación
de adoración de ídolos, porque lo que hay detrás de estas prácticas no es
compatible con la participación en el cuerpo de Cristo.
"Por
tanto, amados míos, huyan de la idolatría… lo que los gentiles sacrifican, lo sacrifican a los demonios,
y no a Dios. Y yo no quiero que ustedes participen con los demonios. 21 No
pueden beber la copa del Señor y la copa de los demonios. No pueden participar
de la mesa del Señor y de la mesa de los demonios."
(1 Corintios 10:14, 20b-21).
La
participación es el verdadero problema que identifica el apóstol. También
podemos trazar aquí una línea relacionada con las celebraciones navideñas y
evitar participar. Para aplicar el principio de la comida ofrecida a los
ídolos, no tenemos por qué disgustarnos todos los años en la época navideña e
irritarnos por los adornos y las canciones que nos inundan. También tenemos que
ser conscientes de la sensibilidad que puedan tener otros miembros de la
Iglesia a los que les resulte difícil encontrarse con determinadas cosas
relacionadas con las fiestas. Y lo más importante es evitar participar en la
celebración de la Navidad, porque no es compatible con la pertenencia a Cristo
y a su Iglesia.
PRINCIPIOS
Y APLICACIÓN
¿Cómo
se aplica esto a las situaciones que surgen, como recibir una felicitación
navideña, recibir un regalo de Navidad en el trabajo, reunirse con otras
personas para una comida no navideña el 25 de diciembre, asistir a una fiesta
de Navidad en el trabajo, etc.? A la larga, no es muy útil tener una lista de
reglas para cada situación difícil que se nos presenta en la vida. Más bien, es
un buen ejercicio para tomar buenas decisiones de acuerdo con principios de
Dios y preocuparse por los demás, dentro y fuera de la Iglesia, lo que forja el
carácter que Dios busca en nosotros. En general, cuando la gente de fuera de la
Iglesia entabla una conversación con nosotros sobre el tema de la Navidad, se
deduce en gran medida que no la celebramos. A partir de ahí, nuestra
implicación en las actividades debería coincidir con esa afirmación. Si nos
encontramos con situaciones específicas en las que necesitamos ayuda, siempre
es bueno buscar el sabio consejo de un pastor o de otra persona de la Iglesia
en quien podamos confiar para que nos guíe según los principios bíblicos.
El
apóstol Pablo concluye su discusión sobre el tema de la comida ofrecida a los
ídolos proporcionando una lista de prioridades en orden de importancia sobre
cómo un miembro de la Iglesia puede responder a un desafío que implica
diferentes perspectivas dentro y fuera de la Iglesia: "Por tanto, ya sea que coman o beban, o que hagan otra cosa,
háganlo todo para la gloria de Dios. No sean ofensivos ni a judíos, ni a
griegos, ni a la iglesia de Dios; así como yo en todo complazco a todos,
no buscando mi propio beneficio sino el de muchos, para que sean salvos. Sean ustedes imitadores de mí; así como yo lo soy de Cristo."
(1 Corintios 10:31-11:1, NLT).
Nuestras
respuestas y actividades deben dirigirse en primer lugar a glorificar a Dios y
luego, si es posible, a evitar cualquier ofensa. Navegar por situaciones
relacionadas con la Navidad como miembro de la Iglesia puede ser un reto, pero
también puede ser una oportunidad para construir un puente con alguien de la
comunidad, explicar el Evangelio a alguien que quiere saber más, animar a
nuestros hermanos a continuar en la fidelidad a Dios con nuestro ejemplo y
demostrar nuestra voluntad de aplicar los principios bíblicos a una situación
que representa un reto.
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