2.7 EL EVANGELIO Y LA OBRA DE LA IGLESIA

Las iglesias y las instituciones religiosas de todo tipo están implicadas en un gran número de obras honorables y encomiables. Desde aconsejar a adolescentes embarazadas hasta consolar a enfermos terminales, estas buenas obras son apreciadas por mucha gente. Este es ciertamente uno de los frutos agradables del árbol del bien (y del mal) del que la humanidad ha elegido comer (Génesis 2:9). Véase más abajo el estudio ampliado: El árbol del bien y del mal.

Hacer el bien es claramente un aspecto importante de seguir a Jesucristo. Pero la "religión" de Dios no consiste simplemente en hacer el bien, hacerse miembro de una denominación, adquirir conciencia de Dios o confesar a Cristo; es un estilo de vida que lo abarca todo, tal como lo explicamos en ¿Religión o estilo de vida? Por tanto, gran parte del material de Fundamentos gira en torno a la explicación de cómo vivir según el camino de Dios revelado en su palabra, la Biblia. Sin embargo, ese no es el enfoque de la mayoría de las iglesias.

¿Podría ser que las iglesias hayan pasado algo por alto?

Muchas denominaciones consideran que su cometido se cumple más o menos haciendo el bien a otras personas y, a través de esas obras, dando un testimonio sobre Jesucristo. Adoptan así un ideal humanista y le añaden simplemente una motivación religiosa. Este enfoque no es del todo erróneo, pero ¿no deberían las iglesias preguntarse, ante todo, ¿Cuál es la comisión de Cristo a sus seguidores, la Iglesia? Para responder a esta pregunta, consideremos algunos principios fundamentales importantes.

COMPRENSIÓN BÁSICA

¿Puede definirse la comisión para la Iglesia únicamente mediante el razonamiento humano?

Ciertamente, las innumerables denominaciones cristianas y los diferentes y a menudo contradictorios rumbos que recorren, producen resultados muy dispares. La reconfortante verdad es que, si estamos preparados y dispuestos a aceptarlo, Dios no nos deja en la ignorancia. Podemos descubrir lo que Él espera de nosotros, tanto a nivel individual como colectivo, en tanto que Cuerpo de Cristo, la Iglesia.

La base de nuestro enfoque en esta exploración de la voluntad de Dios en las Escrituras es la creencia en la existencia de un Dios vivo, como describimos en el Módulo 1.1.1 Dios existe. La Biblia revela a Dios como el creador y sustentador de todo; todo lo que existe es el resultado de su propósito divino, no un accidente en un lugar remoto del universo. Y el propósito de Dios para la humanidad se manifiesta en su plan, tal como se nos revela a través de los días santos anuales. Vea más abajo el estudio ampliado: El plan de Dios.

Dios nos ha revelado el camino para cumplir su propósito; nos ha dado un libro de instrucciones que incluye su ley perfecta, una especie de letrero que nos guía hacia una vida feliz. Vea más abajo el estudio ampliado: El camino de Dios.

Dios, el Padre, envió a su Hijo, Jesucristo, no sólo para salvarnos de la pena de nuestros pecados mediante su muerte como sacrificio y para darnos un ejemplo perfecto de cómo vivir, sino también para entregarnos un mensaje de esperanza: el Evangelio.

Jesús sabía que el Padre le había enviado con un propósito. Él dijo: "No busco mi voluntad, sino la voluntad del Padre que me envió" (Juan 5:30). También dijo: "Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra" (Juan 4:34).

Puesto que Cristo es la cabeza de la Iglesia (Colosenses 1:18; Efesios 5:23) y nosotros nos hemos de convertir en sus seguidores, es importante tener en cuenta la comisión que le dio el Padre.

¿Cuál fue la parte más importante de la obra de Cristo?

En Mateo 4:23 leemos: "Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino" (véase también Mateo 9:35; Marcos 1:14; Lucas 8:1; 20:1). Jesús y los apóstoles predicaron la buena nueva, el evangelio, acerca de la venida del reino de Dios.

Véase más abajo los estudios ampliados: Las enseñanzas de Jesucristo y los apóstoles; El evangelio y El reino de Dios.

Anunciar las buenas nuevas sobre el reino de Dios que un día se establecerá sobre la tierra fue una parte importante de la misión de Cristo. El mensaje del Evangelio también incluye el papel de Cristo en la preparación del camino para que entremos en ese reino, así como instrucciones sobre lo que debemos hacer para estar allí. Véase más abajo el estudio ampliado: Módulo 1.4 El camino hacia la transformación personal.

LA COMISIÓN Y EL EVANGELIO

Jesús afirmó claramente que los que le siguieran también harían las obras que Él hizo (Juan 14:12). Él profetizó que antes del fin del dominio humano sobre la tierra el evangelio del reino sería predicado a todas las naciones como testimonio (Mateo 24:14).

Tenga en cuenta que Él no profetizó que sus seguidores tratarían de convertir a todas las naciones, sino que darían testimonio a ellas. Entender la diferencia entre testificar y tratar de convertir es muy importante.

Debido a que se ha entendido mal la comisión de Cristo a sus seguidores, las iglesias han ido en la dirección opuesta a la que Él delineó.

Un testigo en la corte testifica sobre lo que sabe. No es juez ni fiscal; simplemente informa sobre lo que ha visto, oído y presenciado.

Los discípulos (alumnos, estudiantes) de Cristo, los primeros miembros de la Iglesia del Nuevo Testamento, se reunieron en Jerusalén siguiendo el mandato de Cristo resucitado. Él les había dicho: "Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra" (Hch 1,8).

¿De qué dieron testimonio los discípulos?

LA COMISIÓN DE PROCLAMAR UN MENSAJE

El mensaje inmediato tras la resurrección de Jesús se centró en dar testimonio de aquel milagro (Hch 2,33). Pero el testimonio de los apóstoles no se detuvo ahí. También dieron testimonio acerca del mensaje que Cristo enseñó. Vea más abajo el estudio ampliado: Módulo 1.1.4 Las enseñanzas de Jesucristo y los apóstoles.

Como ya hemos explicado, Jesús anunció el evangelio sobre el Reino de Dios. Esperaba que sus seguidores hicieran lo mismo: "Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura" (Marcos 16:15). En Marcos 13:10 se registra que Jesús declaró: "Y el evangelio debe ser predicado primero a todas las naciones". En Mateo 24:14 testificó que "este evangelio del reino será predicado en todo el mundo".

Y eso es exactamente lo que ha sucedido hasta el día de hoy. El apóstol Pablo no tenía ninguna duda sobre la comisión de la Iglesia. Declaró: "Porque si predico el Evangelio, no tengo de qué gloriarme, pues la necesidad me apremia; sí, ¡ay de mí si no predico el Evangelio!". (1 Corintios 9:16). Casi al final de su ministerio, pasó dos años en Roma "predicando el reino de Dios y enseñando las cosas que atañen al Señor Jesucristo con toda confianza, sin que nadie se lo impidiera" (Hch 28,30-31).

A los miembros de la Iglesia de Dios, como se denomina a menudo a los seguidores de Cristo en el Nuevo Testamento, se les pidió que participaran en esta comisión por todos los medios posibles. Debían orar para que el mensaje pudiese tener una difusión libre y ser glorificado (2 Tesalonicenses 3:1), y los miembros de Filipos fueron elogiados por su comunión, o participación, en el evangelio (Filipenses 1:3-5).

Además, al ser un ejemplo del camino de Dios que conduce al reino de Dios, el miembro individual es un importante testigo o proclamador del evangelio, una "carta abierta" que leen todas las personas con las que él o ella entra en contacto (2 Corintios 3:2-3).

Las escrituras citadas anteriormente muestran que la predicación del evangelio constituía un esfuerzo combinado de todos los miembros de la Iglesia. Pero no todos salían a predicar en el sentido de proclamación pública y verbal. Sólo aquellos que eran enviados (Romanos 10:15) u ordenados predicaban, aunque todos compartían esta importante comisión.

Otro aspecto interesante es que el apóstol Pablo pidió a los efesios que oraran para que él pudiera "abrir [su] boca con denuedo para dar a conocer el misterio del Evangelio" (Efesios 6:19).

Aún hoy, el Evangelio es un misterio para la mayoría de la gente.

Pero el Evangelio no tiene por qué seguir siendo un misterio, porque Jesucristo y sus apóstoles ya lo explicaron en las páginas de la Biblia.

El evangelio humanista no es el mismo evangelio que Jesucristo, Pablo y los demás apóstoles predicaron. Esto se aclara en varios de los módulos de la serie Fundamentos.

Jesús no sólo predicó sobre su propia persona. Él tenía un mensaje que entregar: las buenas nuevas del reino de Dios y cómo podemos llegar a ser parte de él. Él tenía un trabajo que hacer, una comisión que cumplir, y ordenó a su Iglesia que lo acompañara en esa comisión.

La Iglesia de Dios tiene el mismo encargo: proclamar el mensaje del Evangelio -las buenas nuevas sobre el reino de Dios, incluyendo el cómo podemos formar parte de él- como testimonio a todas las naciones.

Esta Comisión a la Iglesia comprende varios aspectos.

1. La comisión de proclamar

Esta parte de la comisión, la predicación del evangelio a todo el mundo, es un prerrequisito para cualquier otro paso. Pablo escribió a los romanos: "¿Cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin quien les predique?". (Romanos 10:14).

Esparcir la semilla del evangelio es el primer paso en la comisión de la Iglesia de Dios.

La comisión de proclamar el mensaje del evangelio puede ser cumplida hoy por varios medios, incluyendo libros, revistas, cintas de audio, cintas de video, Internet, o cualquier otro medio apropiado disponible.

La Iglesia debe cumplir su comisión de proclamar el Evangelio, tanto si la gente responde al mensaje como si no. En cierto sentido, el testimonio que la Iglesia proclama a menudo lo hace "a pesar de los oyentes", es decir, personas a las que no les interesa el mensaje (Marcos 6:11).

Jesús reveló en la parábola del sembrador (Mateo 13:18-23) que no todos responderán de la misma manera al mensaje del Evangelio. Sólo relativamente pocos recibirán "semilla en buena tierra" (versículo 23). Jesús animó a su "pequeño rebaño" a no tener miedo (Lucas 12:32), y afirmó claramente que son pocos los que encuentran el camino que lleva a la vida (Mateo 7:14). Esto no significa que los que no presten atención ahora estén perdidos para siempre. De acuerdo con la palabra de Dios, todos recibirán la oportunidad de entender a su debido tiempo. Ver más abajo el estudio ampliado: Módulo 2.(1.1.7).2 ¿Es este el único día de salvación?

2. La Comisión de Enseñar ("Hacer Discípulos")

Jesucristo también comisionó a la Iglesia a enseñar y ayudar a las personas a convertirse en discípulos o estudiantes. En Mateo 28:19-20 encontramos un resumen del trabajo de la Iglesia que sigue a la proclamación del evangelio:

"Id, pues, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos. . . enseñándoles a observar todas las cosas. . . ."

Estos versículos son la base de la labor misionera emprendida por las iglesias, y el punto de partida de muchas confusiones sobre la misión de la Iglesia.

La historia demuestra que, en un celo equivocado por cumplir las instrucciones de Cristo en Mateo 28:19-20, algunas personas han obligado a los no cristianos a bautizarse o incluso les han infligido el castigo supremo de la muerte si se negaban a ser enseñados. Invocando el argumento de que "el fin justifica los medios", tales individuos o grupos se han sentido justificados en el uso de la fuerza para persuadir a la gente a unirse a la "religión correcta".

Hoy en día, por supuesto, sería difícil encontrar una denominación que abogara por la fuerza física en su labor misionera, pero el mandamiento de "hacer discípulos de todas las naciones" se ha malinterpretado, no obstante, como una instrucción para empujar activamente a la gente hacia la conversión. Personas sinceras pero equivocadas van de casa en casa tratando de salvar a algunos, olvidando que la instrucción de Cristo era precisamente la contraria (Lucas 10:7). Vea más abajo el estudio ampliado: Módulo 1.4.6 ¿Qué es la salvación?

Otros, a lo largo de la historia, han adoptado el enfoque de facilitar la conversión disfrazando viejas costumbres paganas con una apariencia cristiana, corrompiendo así la verdad. Véase más abajo el estudio ampliado: El Cáliz Envenenado de Agustín.

¿Qué significa "hacer discípulos"?

¿Quién debe ser bautizado y cuándo?

¿Se puede realmente enseñar a alguien que no quiere ser enseñado? ¿Se puede hacer discípulo a alguien que no quiere estudiar? La enseñanza de Cristo sobre el discipulado (Lucas 14:25-33) revela que antes de que podamos ser verdaderos "alumnos" de Cristo, primero debemos estar dispuestos a escucharle.

La Iglesia hace discípulos proclamando el mensaje del evangelio y todo lo relacionado con él, y enseñando a quienes están dispuestos a escuchar lo que Cristo tiene que decir.

El apóstol Pablo hizo discípulos razonando, explicando y demostrando. Persuadió a algunos de sus oyentes y éstos decidieron seguirle (Hechos 17:2-4).

La conversión nunca puede ser forzada; siempre debe ser el resultado de una decisión personal y libre.

Véase más abajo el estudio ampliado: El camino de la transformación personal.

3. La intervención de Dios

El siguiente paso después de hacer discípulos, según Mateo 28:19, es "bautizarlos". Pero antes de explorar ese aspecto de la comisión a la Iglesia, necesitamos reconocer lo que no es parte de la comisión: algo que la Iglesia e incluso Jesucristo no pueden hacer.

Esto es muy importante para entender el trabajo de la Iglesia.

Jesús reconoció: "Nadie puede venir a mí si el Padre que me envió no le trajere" (Juan 6:44).

Dios, el Padre, se reserva el derecho de llamar a las personas a su Iglesia.

Nadie más puede hacerlo; ni la Iglesia, ni el propio Cristo. Dios, el Padre, nos atrae abriendo nuestras mentes a la verdad (Hechos 16:14). Tras el arrepentimiento y el bautismo por inmersión en agua, recibimos el Espíritu Santo de Dios, lo que nos convierte en hijos espirituales de Dios (Hechos 2:38; Romanos 8:14, 16).

Así pues, atraer a las personas a Cristo no forma parte de la misión de la Iglesia. No debemos tomar para nosotros una responsabilidad que pertenece al Padre. Cristo ordenó a sus seguidores que bautizaran a las personas (Mateo 28:19), pero reconoció que el Padre debe primero atraerlas o llamarlas. Después, la Iglesia podrá seguir "enseñándoles a observar todas las cosas" (versículo 20). La respuesta a tal enseñanza es volverse hacia Dios, arrepentirse y cambiar a una nueva forma de vida gobernada por sus enseñanzas. Véase más abajo el estudio ampliado: Módulo 1.4.1 Arrepentimiento: El comienzo de la conversión.

4. Cuidar del rebaño

Los que responden al llamado de Dios son "entregados" a Cristo (Juan 6:39), el Pastor amoroso con su rebaño. En Juan 10, Jesús describió la tierna relación que mantiene con quienes le siguen, llamándolos ovejas en esta metáfora.

Sus ovejas le siguen (versículo 4); no tiene que empujarlas ni coaccionarlas, y no corre tras ellas para llevarlas a su redil por la fuerza. El Pastor va delante de las ovejas, y ellas le siguen. Es una bella imagen que describe una relación de respeto mutuo.

Las ovejas son aquellos que verdaderamente escuchan a Cristo y le siguen (versículo 27).

No todas las personas religiosas son automáticamente ovejas en este sentido. En tiempos de Jesús había un grupo muy religioso que daba muchas señales de espiritualidad. Por ejemplo, ayunaban dos veces por semana (Lucas 18:12) y oraban tres veces al día. Tenían una santidad exterior impresionante. En un esfuerzo por ser más justos, hicieron que muchos de los mandamientos fueran aún más difíciles de cumplir y añadieron restricciones que Dios no pretendía. Pero a pesar de toda su religiosidad, Jesús no los contaba como sus ovejas (Juan 10:26). Incluso les dijo: "No me conocéis a mí ni a mi Padre" (Juan 8:3, 19). En otras palabras, a pesar de toda su espiritualidad, no llegaron a comprender lo más importante.

Para convertirnos en verdaderas ovejas de Jesucristo -en sus discípulos- no basta con llamarle Señor. Debemos seguirle haciendo la voluntad del Padre (Mateo 7:21).

Para aquellos que buscan su propio tipo de espiritualidad, la amonestación de Jesús fue muy severa: "En vano me adoran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres" (Mateo 15:9).

Jesús encomendó a la Iglesia una importante labor adicional para que las verdaderas ovejas pudieran ser alimentadas y nutridas espiritualmente. Le dijo al apóstol Pedro: "Apacienta mis corderos. . . . Pastorea mis ovejas. . . . Apacienta mis ovejas" (Juan 21:15-17). A un grupo de ancianos de la Iglesia, el apóstol Pablo dijo: "Por tanto, mirad por vosotros y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la Iglesia de Dios, la cual él compró por su propia sangre" (Hch 20,28).

Las ovejas de Jesús (la Iglesia de Dios) están siendo preparadas no sólo para el importante servicio que prestan hoy, sino también para ser futuros reyes y sacerdotes en el futuro reino de Dios (Efesios 4:12; Apocalipsis 5:10).

Muchos de los módulos de este programa de estudios ofrecen información adicional importante para ayudarle a conocer mejor su camino personal hacia el Reino de Dios. Esperamos que disfrute estudiándolos.

PUNTOS ESENCIALES DE ESTE MÓDULO:

·         Estamos al servicio de la comisión de Dios para la Iglesia, no de un sustituto humanista.

·         Traer gente a la Iglesia no es la comisión de la Iglesia.

·         Seguimos a Cristo en su comisión de proclamar el evangelio del reino de Dios.

·         El primer aspecto de esta comisión es la predicación del evangelio como testimonio.

·         El segundo aspecto es el deber de enseñar a los que escuchan a Cristo.

·         El tercer aspecto consiste en que es Dios, el Padre, quien llama a los miembros de la Iglesia.

·         El cuarto aspecto es el deber de la Iglesia de cuidar de sus miembros.

ESTUDIO AMPLIADO

·         Dios existe

·         El Evangelio

·         Las enseñanzas de Jesucristo

·         El Reino de Dios

·         El plan de Dios

·         ¿Religión o estilo de vida?

·         Fundamentos: El camino hacia la transformación personal

·         El arrepentimiento: El comienzo de la conversión

·         El bien del Árbol del Bien y del Mal

·         El cáliz envenenado de Agustín

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