3.5 LA PASCUA: DIOS NOS AMA

"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna".

Juan 3:16 es una de las escrituras más reconocidas de toda la Biblia. ¿Por qué tuvo Dios que dar a su hijo como sacrificio por la vida del mundo? La respuesta a esa pregunta tiene todo que ver con el significado y la apreciación de la Pascua del Nuevo Testamento.

Desde el inicio mismo de la palabra de Dios, vemos que la humanidad es especial para Dios. Después de crear los cielos y la tierra, Él preparó la tierra para ser habitada por los seres humanos y entonces los creó. No fuimos creados a semejanza de ningún pez, ave, insecto o animal, sino a imagen y semejanza del mismo creador (Génesis 1:26-27).

Después de crear todo el universo (Salmo 33:6-9; Hebreos 11:3; 2 Pedro 3:5), Dios tomó un poco de tierra, le dio forma con sus manos y luego se inclinó e insufló vida al primer hombre, Adán. Más tarde, Dios formó a la primera mujer, Eva, a partir de una costilla tomada del costado de Adán (Génesis 2:7, 21-23). La naturaleza especial de la creación humana revela el extraordinario valor que Dios concede a la vida humana y la relación afectuosa que desea mantener con quienes han sido creados a su imagen.

Pero en el Jardín del Edén, Adán y Eva aceptaron la influencia de un espíritu adversario llamado Satanás (que significa, precisamente, "adversario") y eligieron rechazar a Dios y su dirección. Desde entonces, los seres humanos han sido reacios a recibir la guía de su creador (Efesios 2:2-3; Romanos 8:7-8). La humanidad en su conjunto ha elegido desobedecer y rechazar a Dios. Como dijo el apóstol Pablo en el siglo I, "por un hombre [Adán] entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron" (Romanos 5:12). El curso de la historia humana estaba fijado: todos pecaron, y la pena por el pecado es la muerte (Romanos 6:23) porque, como nos dice Isaías, el pecado nos separa de Dios (Isaías 59:2).

EL PROBLEMA

Dios creó a los seres humanos a su semejanza con un gran propósito: quiere que su creación especial llegue a ser, en última instancia, miembros de su familia (Juan 1:11-13; Romanos 8:14-17; 1 Juan 3:1-3). Pero, pecando, hemos rechazado deliberadamente esa oportunidad.

Por un lado, tenemos un potencial increíble. Hemos sido creados con un propósito especial: ser hijos de Dios. Por el otro, somos pecadores y, por tanto, estamos separados de Él. De hecho, en nuestro estado natural somos sus enemigos, enfrentados a la muerte eterna.

Afortunadamente, Dios ha provisto un camino para que seamos justificados y redimidos a través del sacrificio de Jesucristo.

Jesucristo fue crucificado en el día de la Pascua hace casi 2.000 años. Siguiendo el paralelo del Éxodo, cuando Dios salvó de la muerte a los primogénitos de Israel, Él ha prometido salvarnos de la muerte eterna, si nos arrepentimos, aceptamos a Jesucristo como Salvador y elegimos obedecerle fielmente. Nuestros pecados pueden ser perdonados y olvidados gracias a la muerte sacrificial de Jesús en nuestro lugar: "el Cordero de Dios" y "nuestro [cordero] pascual" (Juan 1:29, 36; 1 Corintios 5:7).

A los antiguos israelitas se les ordenó que tomaran un cordero sin defecto y lo guardaran en sus casas durante cuatro días. Al ponerse el sol del día de Pascua, cada familia mataba su cordero, tomaba un poco de su sangre y la untaba en el dintel de la puerta. Luego asaban el cordero y lo comían esa noche como parte de una comida especial (Éxodo 12:8-11).

Esa misma noche, cuando el destructor mató al primogénito de todas las familias egipcias, Dios pasó por sobre las casas que tenían la sangre de cordero en el dintel de la puerta (Éxodo 12:11-13, 22-23, 27-29). La sangre era la marca que distinguía a los hogares israelitas, y gracias a ella sus primogénitos se salvaron de la muerte.

La muerte de los primogénitos egipcios fue la última de las 10 plagas infligidas a Egipto, y provocó que el faraón liberara a los esclavos israelitas (Éxodo 12:30-33). Así que, por haber celebrado la Pascua, los israelitas no sólo fueron protegidos de la muerte, sino también liberados. A partir de entonces, Israel debía celebrar la Pascua como conmemoración de la liberación (Éxodo 12:14; Levítico 23:4-5).

NUEVOS SÍMBOLOS PASCUALES

Siglos más tarde, observando el mismo memorial de la Pascua (Mateo 26:18-21), Cristo evidenció por primera vez su actitud de servicio humilde lavando los pies a los discípulos. Al hacerlo, dio un ejemplo a sus seguidores para que lo emularan en la relación de unos con otros (Juan 13:1, 5-17), mostrándoles cómo expresar amor a los demás mediante la humildad y el servicio abnegado (Juan 13:34-35; Juan 15:12-17; Romanos 12:1-2).

Luego, durante la comida, tomó pan sin levadura y vino y les asignó un significado simbólico (Mateo 26:26-28). Estos emblemas ayudarían a los fieles a recordar su sacrificio y a comprender mejor la responsabilidad que conlleva aceptarlo.

Unos años más tarde, el apóstol Pablo explicó la interpretación que se le había revelado sobre el significado simbólico del pan y el vino: "Porque yo recibí del Señor lo que también os he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió y dijo: 'Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria mía'. De la misma manera tomó también la copa después de cenar, diciendo: 'Esta copa es la nueva alianza en mi sangre. Haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria mía'. Porque todas las veces que comiereis este pan y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que Él venga" (1 Cor. 11, 23-26).

Durante su ministerio, Jesús explicó la necesidad de comer de su carne y beber de su sangre para tener vida eterna; en otras palabras, para adoptar su camino de vida y vivir de acuerdo con el mismo. Esto también se recuerda anualmente al tomar el pan y el vino en la Pascua: "Yo soy el pan de vida. . . . Este es el pan que ha bajado del cielo, para que uno coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Si alguien come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, que yo daré por la vida del mundo'. . . . Entonces Jesús les dijo: De cierto os digo que, si no coméis la carne del Hijo del hombre y bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí, y yo en él" (Jn 6,48.50-51.52-56).

El pan que se come en la Pascua representa el cuerpo de Jesús, que fue herido, azotado, crucificado y finalmente atravesado por la lanza de un soldado (Mateo 27:26-31; Juan 19:34), y el vino representa su sangre, que fue derramada después de que su carne quedó destrozada.

Podríamos preguntarnos por qué un Dios amoroso, misericordioso y bondadoso exige un pago tan costoso como la muerte de su hijo en nuestro lugar.

Dios requiere de la muerte para el pago por el pecado (Romanos 6:23). El apóstol Pablo explicó el sacrificio expiatorio de Jesucristo, "a quien Dios puso como propiciación por su sangre, mediante la fe, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto [ignorado], en su paciencia, los pecados pasados, para manifestar ahora su justicia, a fin de ser justo y justificador del que tiene fe en Jesús" (Romanos 3:25-26).

Dios perdona el pecado mediante el sacrificio de Jesucristo. Y Él requiere este sacrificio para demostrar, o revelar, su rectitud y justicia. Dios no perdona el pecado como si nada. Hay que pagar un precio. El pecado es malo y terriblemente destructivo -un hecho que se refleja en la brutalidad de la crucifixión de Cristo- y sin arrepentimiento y perdón, conlleva la pena de muerte eterna. Si Dios pasara por alto fácilmente el pecado y lo perdonara sin castigo, negaría quién es Él. Él es recto. Él es santo. Él es justo. Debido a que estos son los atributos de su carácter, Dios ordena a su pueblo arrepentirse de una vida de pecado y cambiar a una vida de obediencia a su ley, porque quebrantar la ley nos daña a nosotros y a los que nos rodean y es por consiguiente pecado, y la paga del pecado es muerte (1 Juan 3:4; Romanos 6:23).

Jesucristo se convirtió en nuestro cordero pascual (Juan 1:29, 36; 1 Corintios 5:7). Su sacrificio -su cuerpo quebrantado y su sangre derramada- cubre nuestros pecados y los de todos los que tienen fe en Él y le obedecen (Juan 14:21-23; Juan 15:10-14). El sacrificio de Cristo cubre el precio del pecado -nuestra propia muerte eterna- que de otro modo tendríamos que asumir.

Tomar el vino en la Pascua también nos recuerda el pacto, o contrato ineludible, que cada uno de nosotros hace con Dios en el bautismo (Lucas 17:20; véase también el Módulo 1.4.2, Bautismo: empezar de cero).

La gracia amorosa de Dios, revelada en la Pascua, proporciona una vía de escape a la humanidad del problema causado por la rebelión pecaminosa. La Pascua es un recordatorio anual del amor y la misericordia de Dios. Él ama tanto a los que están hechos a su imagen y semejanza que dio a su hijo para hacer posible el perdón de los pecados. Debido a que nuestros pecados nos han separado de Dios, este perdón es lo que hace posible una relación significativa con Él.

 

PUNTOS ESENCIALES DE ESTE MÓDULO:

·         Los seres humanos están hechos a imagen y semejanza de su Creador (Génesis 1:26).

·         Comenzando con Adán y Eva, toda la humanidad ha rechazado la oferta de vida eterna de Dios al desobedecer al creador (Romanos 5:12).

·         La paga del pecado es la muerte (Romanos 6:23).

·         La pena del pecado -la muerte eterna- debe pagarse. La muerte de Cristo paga esa pena por nosotros. Su sacrificio es un aspecto de la gracia de Dios (Efesios 2:4-8; Romanos 6:23).

·         La sangre del cordero pascual protegía a los israelitas de la muerte de los primogénitos y los libraba de la esclavitud (Éxodo 12).

·         Jesucristo es el Cordero de la Pascua para el pueblo de Dios del nuevo pacto (Juan 1:29, 36; 1 Corintios 5:7).

·         Su sacrificio nos permite ser perdonados y liberados de la esclavitud del pecado, que conduce a la muerte (Colosenses 1:19-20; 1 Juan 1:7; 1 Pedro 1:18-19).

·         La Pascua del Nuevo Testamento revela aspectos esenciales del humilde servicio de Cristo:

-          Lavamiento de pies: Su ejemplo de humildad y servicio

-          Pan: Su cuerpo sin pecado desgarrado durante su sacrificio

-          Vino: Su sangre de la nueva alianza derramada por los pecados de la humanidad.

-          La Pascua se observa como un recordatorio anual del amor de Dios por la humanidad (Levítico 23:1-2, 4-5; 1 Corintios 11:23-26).

 

ESTUDIO AMPLIADO

·         ¿Tienen sentido los días santos de Dios?

·         ¿Siguen siendo válidos los días santos de Dios?

·         Los días santos de Dios: Ayer, hoy y mañana

·         La fiesta de los Panes sin Levadura

·         El bautismo: Empezar de cero

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